Miriam Eva Rellán
Dramaturga y actriz, en estos momentos en el escenario de Korinthio Teatro, realizando su obra, La Niña (Con la marca en el orillo), dirigida por Pablo Razuk. Unipersonal que, en lenguaje poético y coloquial, dan voz a aquella pequeña-adulta incorregible y rebelde. La actriz se sube a los zapatos de su propia historia, y recorre su vida desde la Mujer que es hoy, abrazando todos los momentos que construyeron su identidad.
JM: Javier Moreira
MR: Miriam Eva Rellán
JM: ¿En qué momento de tu vida el arte se convirtió en el camino a seguir?
MR: El teatro apareció en mi vida ya de adulta, casi en el final de mi carrera docente. Ejercí la docencia con niñxs desde la década del 90, y en el año 2011 comencé a estudiar teatro, desde ese año no dejé de actuar. La actuación es una síntesis de varios recorridos. La educación para niños fue el ámbito en el que experimenté con ellos. Sin proponérmelo organizaba pequeñas puestas o montajes con lxs estudiantes. Hay una relación muy fuerte entre mis profesiones, la docencia, la psicología social y el teatro.
JM: ¿Cómo fue el proceso de aprendizaje a lo largo de tu carrera?
MR: Me formé en Timbre 4, escuela de actuación de Claudio Tolcachir, realicé seminarios y talleres con Cristina Banegas, en El Excéntrico de la 18, y en Celcit, con Irina Alonso y Román Podolsky. Y fundamentalmente aprendí muchísimo de los directores: Gabriel Wolf, Gabriel Fiorito y Pablo Razuk. Cada uno dio lo mejor de sí, su saber hacer y su acompañamiento para que mi actriz se expresara lo mejor posible. Y pudiera desplegar las interacciones que se establecen en el proceso de creación artística.
JM: ¿Cómo definirías tu relación con el escenario?
MR: El escenario para mí es un campo de interacción entre los personajes y el público, y la obra tiene absoluta centralidad en el proceso de creación. En ese campo lo que circula es pura energía y comunicación. Lo digo en el sentido de lo más humanos y genuinos que podamos ser como artistas, todo un desafío. Lxs actores y actrices prestamos nuestros cuerpos y emociones para que en ese momento y en ese espacio, el espectador sea cómplice de esa ficción. Les proponemos compartir una historia con la mayor verdad que le podamos entregar. Si en esa entrega, desde la platea se acepta y se siente la vibración corporal, emocional, si aceptan el juego, y la ficción se torna verdad o verosímil, la magia del juego sucede.
JM: ¿Qué sentimientos o sensaciones te genera luego de cada función?
MR: Al terminar la función, el agotamiento es mayúsculo, pero al mismo tiempo las sensaciones se caracterizan por un nivel alto de energía, no podemos irnos a dormir enseguida, al menos yo no puedo (la clásica cena de los elencos, un ritual maravilloso). Es imposible descender la adrenalina después de la función sin tener una actividad de descarga, ya sea comiendo, hablando.
En este momento estoy haciendo un unipersonal autobiográfico, La Niña (Con la marca en el orillo) entonces con más razón, el personaje me sigue habitando. Para mí existe un proceso de aprendizaje al asumir cada rol y encarnar cada personaje, que está dado por tomar conciencia de quiénes somos, los aspectos positivos y negativos fueron encarnados en nuestros cuerpos, no podemos hacernos los distraídos frente a esto, actuar me sirve para conocerme. Me pregunto ¿qué tengo de este personaje que sea realmente mío y qué le di hoy para darle vida? Para mí, actuar es como una ofrenda. Cada vez, en cada función, hay algo que es ofrecido, a la historia, al personaje, al público. Y si lo aceptan, si lo albergan, entonces misión cumplida. La sensación final es de mucha satisfacción.
JM: ¿Cómo observás al día de hoy los primeros proyectos?
MR: Tal vez porque comencé siendo grandecita, una adulta de cincuenta años, actué sólo en aquello que realmente me interesaba. Tuve esa suerte o esa decisión. No desarrollo mi carrera actoral como una carrera de obstáculos a saltar, sino como un mapa. En el sentido de ir habitando territorios. Los primeros proyectos fueron comedias del género absurdo, por momentos grotesco, fueron trabajos muy bien dirigidos por Gabriel Wolf, (un Macoco) un maestro del humor. Aprendí muchísimo con él. Luego lo asistí en El sueño inclaudicable, una versión de Sueño y vigilia de Gené. Y en esta última etapa estoy escribiendo mis obras y produciéndolas junto a Bibiana Glait. La Niña (Con la marca en el orillo), obra que está dándose en Korinthio Teatro, es el resultado de ese proceso, en el que tomé la decisión de contar aquello que realmente me importa, me representa desde mi identidad y mi historia, como mujer y como habitante de este rincón del mundo.
JM: ¿Cómo fue adentrarse en el libro de la obra? ¿Cuáles fueron tus sensaciones?
MR: La obra fue escrita a partir de la formación que recibí en el seminario «Lo autobiográfico en la escritura teatral», de Martín Marcou y Rodrigo Marcó del Pont. La dramaturgia de La Niña (Con la marca en el orillo), la construí a partir de la reflexión sobre mi identidad y la educación de niñas en la década del 60. La identidad, el género, la pertenencia a una familia de obreros durante mi infancia son los temas centrales. Y la voz de la Niña que fui es transmitida por la Mujer que soy. Con lo cual el personaje de la obra es La Niña-Mujer. La dirección de Pablo Razuk apuntó siempre a resaltar la ingenuidad infantil para mirar el pasado, re-narrar la propia historia desde la mujer que soy, pero mirando el pasado con ojos de niña.
JM: ¿Cómo fue el proceso en la obra?
MR: En los ensayos de La Niña (Con la marca en el orillo) trabajé guiada por Pablo Razuk, de acuerdo a la técnica los estados del personaje, registrando lo emotivo y vibracional de cada segmento de escenas. Esas partecitas en sí mismas tienen un registro y un estado que es el sustrato desde donde me apoyo para recordar, contar y expresar.
JM: ¿Incluiste a las redes en tu carrera?
MR: Últimamente y a partir de la pandemia, lo teatral se vio atravesado también por las redes sociales de una manera determinante. El streaming, las redes sociales como dispositivo de realización artística son insoslayables. Creo que todxs estamos aún en proceso de incorporación y acomodación en este sentido.
JM: ¿Cómo ves el teatro post-pandemia?
MR: Creo que el teatro aún a pesar de esto, sigue siendo fundamentalmente presencial, hay algo de la teatralidad que requiere de la presencia de los cuerpos en el escenario, el sentir visceral de los actores vibrando con el público.
JM: ¿Qué obra musical o texto sentís que te refleja?
MR: El unipersonal, tipo de obra que estoy haciendo, es inquietante por el desafío personal y el alto compromiso actoral que plantea. Me siento más representada en este momento por un teatro que además de entretener me plantee conflictos relacionados con el destino o el devenir de lo humano. Creo que estamos en un momento bisagra de la historia de la humanidad y las artes lo expresan, hay algo visceral, revulsivo, hasta les diría con cierta incomodidad, en el teatro que me interesa. Tal vez por esto el género absurdo es un territorio muy interesante para mí, implica todo un trabajo de codificación y de-codificación simbólica que me inquieta y seduce. Realmente me siento muy bien trabajando en ese tipo de obras.
JM: ¿Alguna reflexión final que quieras compartir?
Creo que, en este momento, atravesadxs por la pandemia, debemos celebrar y cuidar de las trabajadoras y trabajadores del campo artístico y cultural, muy relacionado con la salud en el sentido más amplio de este concepto. No sólo como ausencia de enfermedad sino como estado de armonía de los seres humanos, en el sentido de ser parte de la naturaleza. Creo que nos debemos como seres humanos ser generadores de dispositivos saludables, y el arte, en todas sus expresiones es uno de los recursos que la cultura nos brinda para estar sanos o para sanarnos. Bueno, entonces celebremos esto, celebremos el poder ir a un teatro, a un cine, a una plaza a ver un espectáculo, celebremos el poder estar juntxs atravesadxs por el arte. ¡Es maravilloso!
Javier Moreira para Webidiario – PRENSA&ARTE