Lucas Delgado
Es Actor, egresado de la Licenciatura de Actuación en la UNA. Se formó con Analia Couceyro, Pompeyo Audivert, Federico León, Silvina Sabater, Eugenio Soto, Matias Feldman y Santiago Gobernori, entre otros. Ha participado de más de veinte obras. Las últimas son “A.R.C.A.: Simulacro Patagónico” escrita y dirigida por Anibal Gulluni y actualmente se encuentra realizando funciones de “La Noche Oscura” escrita y dirigida por Eugenio Soto (Teatro del Pueblo).
JM: Javier Moreira
LD: Lucas Delgado
JM: ¿En qué momento de tu vida el arte se convirtió en el camino a seguir?
LD: Más que un camino a seguir lo siento como un estilo de vida. El arte tiene algo donde desconfía un poco de la realidad y la tensa inventando otra que dialogue con ella. Entonces elegir el arte como estilo de vida hace que uno no esté obligado, o condenado mejor dicho a vivir todo el tiempo en este mundo, lo que es algo intolerable. Supongo que eso se habrá dado en algún momento de la adolescencia. Quizás porque era muy pequeño de altura y tarde en desarrollarme y las chicas no me daban bola y la única forma de llamar la atención era actuando e inventándome otro yo con otras posibilidades. O quizás porque me aburría un poco del día a día, pero esa idea de que el mundo pudiera ser cualquier cosa, y que por lo pronto yo pudiese ser cualquier otra cosa y en el medio cosechar algunos aplausos y llamar la atención me resultaba fascinante.
JM: ¿Cómo definirías tu relación con el escenario?
LD: Es muy particular el vínculo con el escenario porque es como si fuese el espacio más íntimo de uno y a la vez si lo miras desde afuera hay un montón de personas viéndote cada movimiento, de las cuales a la mayoría no conoces y vos mismo estás haciendo cosas que en cualquier otra situación te avergonzarían. Pero ahí es como si los invitases un poco adentro tuyo, entonces se genera algo muy lindo. Es como: “vengan a ver lo que hay adentro mío, es un poco horrible por momentos, pero también es tierno y sensible y se van a reír”. Y es una situación de vértigo: es como estar en lo más alto de la montaña rusa y el momento antes de largar te dan ganas de decir “no bueno, mejor no, bajemos y vamos a tomar una birra para que hicimos esto” y una vez que arranca ya todo funciona a base de adrenalina y cierta percepción sensible de lo que está sucediendo. Es verdaderamente como suspender la muerte durante un tiempo, así que podríamos decir que el escenario es una suerte de purgatorio íntimo.
JM: ¿Que sentimientos o sensaciones te genera luego de cada función?
LD: Casi siempre es euforia. Últimamente quizás por hacerlo con mucha frecuencia la euforia merma o es más interna, pero hay algo de la verborragia que de algún modo pugna por salir. Es como que estas un par de centímetros por encima del suelo durante un rato, y para los que no somos muy altos es una sensación muy grata. Ahora cuando la función es un bajón o no te sentís bien haciéndolo es un sentimiento de una miserabilidad enorme donde solamente te queres ir a tu casa a dormir y que pase otro día. Por suerte la mayoría de las veces (ya sea por mérito propio, por generosidad de la gente que viene a ver, o por ambas) las cosas salen bien y las respuestas suelen ser muy cálidas y ahí la sensación es que esa persona que eras ahí arriba del escenario era algo muy íntimo tuyo y muy personal pero vos ya abajo del escenario ya no sos exactamente esa persona entonces quien se acerca a felicitarte se acerca a felicitar y a agradecer algo que vos no podes retribuir del todo porque sólo lo haces en ese momento que se prenden las luces y estás ahí arriba. Es un fenómeno sumamente particular que hasta es vergonzoso narrar porque no tiene explicación lógica.
JM: ¿Cómo observas al día de hoy los primeros proyectos?
LD: Como un mal necesario.
JM: ¿Cómo recibiste el libro de la obra? ¿Cuáles fueron tus sensaciones?
LD: Como fue un proceso que hicimos en conjunto y que fuimos creando de a poco las sensaciones son distintas. Lo que es la dramaturgia la fuimos haciendo en conjunto entonces tiene cosas de todas las personas involucradas. En ese sentido más que el libreto en sí es un flash ver que lo que íbamos escribiendo tenía correlación en el escenario y hasta en el público. De hecho, tardamos muchísimo en escribir el texto, y el texto escrito no es el texto que decimos en escena, así que esperemos en algún momento filmarla porque sino el libreto es bastante peor de lo que decimos en escena. Y creo que que haya sucedido de esta forma fue muy importante y es muy propia de la obra porque hay varios momentos de silencio que están muy cargadas escénicamente y son muy significativos. Y eso no puede ser escrito, entonces el libreto no puede hacerle justicia a los momentos más sensibles de la obra. Lo cual es bueno, significa que creamos algo que solo es transferible a través del espectáculo en sí mismo y no puede ser traducido en otro lenguaje.
JM: ¿Cómo fue el proceso de aprendizaje a lo largo de tu carrera?
LD: Como caer por una escalera. Desprolijo, a los golpes, desordenado, caótico y con cierto dolor para aterrizar ocasionalmente en ciertas mesetas. Lo que cambia es que hay un momento donde en vez de caer directamente empezás a saltar por propia voluntad.
JM: ¿Cómo fue el proceso en la obra? incluiste a las redes en tu carrera?
LD: La obra comenzó como una escena sobre “Husbands” de Cassavetes que hacíamos en el Sportivo Teatral con Mariano Gonzalez. Lo que veíamos es que en la película lo que pasaba verdaderamente no era lo que se decía y que ellos no dejaban nunca que los temas se instalasen porque siempre los derivaban en otra cosa al mismo tiempo. Así que empezamos a jugar con eso, lo que nos permitió tener mucha libertad en cuanto a lo lúdico siendo que no teníamos que preocuparnos por hacer avanzar la trama. Eventualmente se convirtió en una obra sobre la amistad y sobre la intimidad del mundo masculino. Y justamente para que esto se fortalezca era necesario introducir su opuesto, el mundo femenino. Y algo de eso fue muy interesante porque cuando las mujeres entran a escena la obra cambia, el registro cambia, y el lugar nuestro como actores y también de los personajes de la obra cambia. De un mundo que conocían y que dominaban pasan a satelitarlo sin saber muy bien como ubicarse. Y también nos permitió vincularnos con otra sensibilidad y permitir la entrada de grandes actrices que explotan colores muy importantes para la obra que nosotros tres no hubiésemos podido expresar. Después a nivel procedimiento al ser una obra colectiva con una dirección y dramaturgia colectiva tenía lo mejor y lo peor de la democracia: todo se votaba y ganaba la mayoría. Entonces cuando alguno quería introducir algún cambio o lo que fuera era una hazaña política, armar concesiones, ver cómo venderlo, conseguir aliades.
JM: ¿Alguna reflexión final que quisieras compartir?
LD: Que es una obra hecha por amigues para les amigues y que nos gustaría que vengan. Estamos viernes 21hs en Vera Vera, nos avisan y les dejamos alguna invitación.
Javier Moreira para Webidiario – PRENSA&ARTE